Por Teresa Astorga
Somos el resultado de las palabras que escuchamos. Las palabras que decimos crean nuestra realidad, incluyendo las imágenes que están en nuestros pensamientos a raíz de emociones verbalizadas por nuestra mente.
Las palabras son como semillas. Las sembramos cuando las decimos una vez, pero si las repetimos con frecuencia, germinan, se enraízan, crecen y dan frutos, que son consecuencia del efecto que cada palabra tiene en quien la dice y quien la escucha. Esto afecta la salud física y emocional de las personas.
Estamos hechos de palabras que escuchamos desde pequeños y nos marcaron, están en nuestra memoria y actúan como catalizadores en nuestra vida; además, impulsan y motivan nuestro crecimiento y desarrollo personal o, por el contrario, lo sabotean.
¡HAY ESPERANZA! Podemos reprogramar nuestra mente y dejar fuera de ella las palabras saboteadoras, colocando en su lugar palabras positivas, afirmaciones poderosas que nos inspiren, motiven y lleven a crear la realidad que anhelamos. Es importante identificar las palabras negativas que conservamos, mirarlas de frente y transitar un sanador y liberador proceso de perdón, mejor aún si es en compañía de un experto.
Lo que decimos de nosotros, en forma consciente o inconsciente nos ubica donde estamos ahora. Tenemos la capacidad de elegir las palabras que necesitamos para construir nuestro mundo. Porque en nuestras palabras está el poder de edificar o derribar, construir o destruir.
Con nuestras palabras maldecimos o bendecimos nuestra vida. ¿Conoces a alguna persona que cada vez que le preguntas cómo está, siempre dice palabras de derrota sobre su vida, sobre su familia, su trabajo, sus sueños, autocriticándose sin piedad? Está creando su realidad. Las palabras de abundancia o de escasez generan su propia cosecha.
Las palabras que transmitimos de manera verbal no se las lleva el viento, tienen sentido de eternidad y hablan de quiénes somos como personas.
“Unas cuantas palabras bien escogidas y dichas en el momento oportuno, pueden transformar la vida de una persona.”
John Grinder
A lo largo de la historia, la palabra ha mostrado su poder. Recordemos la historia de David y Goliat: el gigante aterrorizó a un pueblo durante cuarenta días, mañana y tarde. Ochenta veces profirió insultos y amenazas que paralizaron a un ejército. Hasta que un valiente joven decidió enfrentarlo armado con una honda y cinco piedras.
Se dice que su certera puntería convirtió esa piedra en el arma letal. Considero que Goliat fue derrotado antes de recibir el impacto. Goliat paralizó al pueblo con cuarenta palabras. Más David pronunció ciento veinte palabras con actitud de triunfador, con vehemencia, sin duda con un lenguaje no verbal que ilustraba la pasión de su causa.
Fue el poder de las palabras del valiente joven lo que derrotó al gigante. Sus palabras fueron el resultado de sus creencias, fruto de un corazón edificado con palabras sabias.
“Tus creencias no están hechas de realidades, sino que más bien, tus realidades están hechas de creencias.”
Richard Bandler
La palabra genera cambios en nuestro cerebro y modifica la percepción que tenemos de nuestro entorno. El lenguaje está vinculado a las emociones. Nuestras palabras envían constantemente mensajes a nuestro cerebro.
A nivel neurológico, el lenguaje positivo genera cambios en el lóbulo parietal, la parte del cerebro que determina la forma en la que nos auto percibimos. Y estimulan la producción de oxitocina, hormona importante en la construcción de la confianza, necesaria para desarrollar relaciones emocionales saludables.
Los neurocientíficos Andrew Newberg y Mark Robert Waldman sostienen que las palabras negativas hacen que liberemos cortisol, la hormona del estrés, llevándonos a adoptar una actitud negativa con un lenguaje basado en palabras y frases como ”no puedo”, ”fracasaré” o ”es imposible”, que podrían debilitar la salud física y mental de la persona.
Estoy segura de que este artículo llega a ti en el tiempo oportuno, tal vez para revisar viejas creencias y despedirlas o revisar nuevas creencias negativas que puedan haberse instalado en tu mente. Es momento de hacerte una pregunta: ¿Cuál es el Goliat que enfrentas en tu vida?
Identifícalo, utiliza el poder de la palabra y échalo fuera; limpia tu mente y vive en victoria, creando tu mundo. Esa importante decisión que impactará tu vida ¡solo puedes tomarla tú! Recuerda siempre que tú eliges las palabras porque… ESTAMOS HECHOS DE PALABRAS.
Teresa Astorga (autora)
Presidente Global de la Cámara
Internacional de Liderazgo